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en mi opinión (continuación de la pág. 120)
260 MW/334 MWh de almacenamiento,
y hay más en camino.
Y lo que es más sorprendente, el
modelado económico y sistémico a
largo plazo del AEMO confirma que,
cuando las antiguas centrales de carbón
se retiren, Australia hará la transición
a un sistema eléctrico asequible y
seguro que incluirá fuentes renovables
variables apoyadas por el almacenamiento,
la energía hidroeléctrica, el gas
natural y una red más interconectada y
bidireccional.
Lograr estos resultados no será fácil.
La mayor demanda de flexibilidad
cuando se depende en gran medida de
la energía renovable variable es bien
conocida, pero los retos son los menos
conocidos. El aumento de las energías
renovables puede generar dificultades
en la gestión de la tensión y la frecuencia
debido a la pérdida de inercia y robustez
del sistema. Lo mismo ocurre
con la predicción cuando los aumentos
en este tipo de fuentes crean problemas
de oscilación. Además, ¿cuál es el conjunto
de políticas y enfoques adecuados
cuando la demanda mínima surge
como un problema debido a la abundancia
de energía solar en los tejados?
Las herramientas que se emplean para
asegurar la visibilidad de la red, analizar
las decisiones y gestionar los datos
aún están en su fase inicial.
Aunque la topología del
sistema
australiano tiene características únicas,
sabemos por nuestros colegas de
otras jurisdicciones que los desafíos
operativos y los nuevos requerimientos
analíticos que estamos experimentando
no son únicos. Los propietarios de
la transmisión y los gestores de redes
de todo el mundo reconocen que, para
avanzar con éxito hacia un sistema de
energía renovable con bajas emisiones
de carbono, hay que comprender
y abordar los desafíos técnicos. Estoy
orgulloso del trabajo que el AEMO y
otros miembros del sector eléctrico
australiano están haciendo para tratar
estas cuestiones, ya que contribuyen a
la comprensión internacional de los esfuerzos
para descarbonizar el sistema
eléctrico.
septiembre/octubre 2021
Además de una mayor complejidad
técnica, la transición a un sistema de
bajas emisiones de carbono plantea
nuevos desafíos a las políticas públicas,
al marco socioeconómico y a las convenciones
del modelo de negocio que
definen la industria de la energía en su
conjunto. Los modelos de negocio diseñados
para una era en la que la oferta y
la demanda estaban bien diferenciadas
no funcionan tan bien en un sistema
que debe adaptarse a las crecientes inversiones
de los consumidores en generación
solar y almacenamiento. El futuro
de la red se rige por las decisiones
que se toman en las mesas de los comedores,
ya no es un asunto exclusivo
de las salas de juntas y las comisiones
normativas.
En esta edición, mis colegas hablan
de cómo el AEMO y otros en Australia
están resolviendo los desafíos técnicos.
También comentamos las reformas que
se están desarrollando y cómo debemos
cambiar nuestros mercados y normativas
para abordar el futuro energético
tan diferente que estamos creando.
Al fin y al cabo, se trata de un servicio
esencial que, con la descarbonización,
es aún más crítico para la salud de
nuestras economías.
Destaco lo que creo que son cinco
características universales de la transición
que se deben abordar, sea cual sea
la jurisdicción, para que la creación de
un sistema eléctrico con sectores acoplados
y con bajo contenido de carbono
tenga éxito:
1) La transición es un cambio socioeconómico
impulsado por la
tecnología en el sistema eléctrico:
al igual que la paternidad y el
envejecimiento, esta transición
no es para los cobardes. La industria
de la energía se caracteriza
por sus activos de larga
duración, sus poderosos operadores
tradicionales y sus convenciones
normativas y de mercado
bien establecidas. Responde a un
interés público crítico de electricidad
asequible y confiable
y, por todas estas razones, hay
un fuerte incentivo para adoptar
medidas de manera gradual.
El alcance y la escala de este
cambio significan que avanzar
con pasos pequeños y apresurados
ya no resulta pragmático ni
viable. Tenemos que estar preparados
para imaginar un futuro
diferente que nos permita dar los
pasos necesarios para lograrlo.
También debemos reconocer que
las reglas y prácticas que estamos
implementando apoyan una
transición. Pueden ser temporales,
revisadas o sustituidas en el
futuro.
2) Una planificación independiente
y proactiva de todo el sistema
con el apoyo del gobierno beneficiará
tanto a consumidores y
como a desarrolladores: me incorporé
a la industria de la energía
en Estados Unidos a finales
de la década de 1980, cuando el
sistema estaba pasando a regañadientes
de uno dominado por
las empresas de servicios públicos
integradas verticalmente a
otro que apoyaba la generación
y el desarrollo independientes.
Como resultado, las empresas
de servicios públicos pasaron a
realizar una planificación transparente
e independiente, y los
operadores independientes a realizar
una planificación regional
para igualar las condiciones de
los nuevos generadores. En los
casos donde se necesitó infraestructura
de transmisión adicional,
ésta se centró en la conexión
de desarrollos renovables discretos.
En estas circunstancias, las
convenciones tradicionales de
planificación y normativa funcionan.
Este
no es el caso del tipo de
transición al que nos enfrentamos
ahora. La base de activos
de transmisión nacional se tendrá
que triplicar en las próximas
décadas para alojar el nivel de
generación renovable adicional
que se requiere para sustituir los
recursos fósiles que se retiran.
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